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jueves, 29 de enero de 2015

A pesar de tenerle ,le cogía de la mano y a cada paso que daba me sentía más y más vacía, sus ojos me miraban intentando comprenderme, yo no sabía que esperanza buscar en sus labios, no sabía que sentir en cada minuto que iba pasando, a cada paso un pedacito de mí se iba cayendo y él no hacía nada para que eso no sucediera, pero no paraba de repetirme “Te haré feliz, no dejare que llores” estaba llorando, estaba gritando y no veía más de sí mismo, lo único que decía era lo que él creía que haría, lo que él pensaba que haría, pero aun así yo no soltaba su mano, tenía miedo, a que se fuera…yo no quería que nadie me hiciera el daño que él me hacía, yo le contemplaba, contemplaba como a cada paso a cada abrazo él  se llevaba una parte de mí, dejando una y otra vez ese vacío que llenaba con sus mentiras.
Ya nada era de color, todo era de un triste gris que se iba apagando, a pesar de eso, no podía hacer otra cosa que seguir enamorada de su manera de destrozarme, de su ironía…de su manera de hipnotizarme, de no dejarme huir aunque una parte de mi lo viera como algo necesario, como una salvación, una extraña manera de ver algo de color en todo ese túnel, ¿Cómo podía ser tan ciega? ¿Cómo podía quererme tan poco a misma? Pero a pensar de cada grito que pegara mis pensamientos yo estaba con una venda en los ojos, yo no tenía más que la mirada fija en él, “No, no, no” me repetía en un grito agudo, “Corre”, y allí seguía yo inmóvil, quieta…así era yo, él se acercó, dio un paso hacia delante, yo avance con él, se acercó a mi cuello, hasta llegar a mi oreja, y en un susurro casi sin aliento dijo “ Soy la perdición que tanto anhelas”

¿Yo quería eso? ¿Quería perderme? No, no lo sabía, no sabía nada, finalmente le aparte, y acabe derrumbándome sobre mis piernas, un llanto, un llanto lleno de preguntas, que finalmente hizo que el miedo se cobijara dentro de mí, y cada pensamiento se convirtiera en mis fantasmas, en mis propios fantasma, frutos de mi cobardía, de mi conformismo, él soltó un “Te quiero” que llego como una puñalada, pero ya estaba tan vacía que no podía sentir nada, solo me cobijaba en mis fantasma, en mi excusas, excusas para encontrar valentía aunque eso no fuese más que ponerme a su nivel, le grite, por fin, con todas mis fuerzas con todo mi ser, y al secarme las lágrimas, me di cuenta, que aún seguía atrapada, que él se había ido, pero su fantasma estaba aún en mi cabeza, yo vivía en mi pasado.